miércoles, 4 de marzo de 2015

Tema 6: la lírica culta (recursos).


Dentro de la literatura del siglo XV, dedicamos un apartado a hablar de la lírica culta y los cancioneros, que supone la manifestación literaria de la teoría del amor cortés.

Esta corriente había nacido en Provenza (región del sur de Francia) en el siglo XII, desde donde se fue expandiendo por toda Europa. Sus creadores fueron los trovadores, poetas cortesanos que componían no solo el texto, sino también la música con que debía cantarse. La novedad principal es que presenta a la mujer como un ser superior a quien el enamorado rinde culto y vasallaje, como si de un señor feudal se tratara.

Esta lírica culta amorosa influirá primero en la lírica gallega de los siglos XIII y XIV (la cultivó en esa lengua, por ejemplo, el rey Alfonso X el Sabio) y, sobre todo, en la lírica catalana, en la que el provenzal llegó a ser la lengua poética. Del mismo modo se exportó a Italia (donde derivara en corrientes como el dolce stil nuovo y el petrarquismo), a Alemania (con el minnesang), a Inglaterra y norte de Francia (con los trouveres)...

En Castilla, la lírica culta se recoge en colecciones llamadas cancioneros, colecciones poéticas destinadas a los nobles, que ya no son solo guerreros y políticos, sino cortesanos, mecenas y poetas ellos mismos en muchos casos. estos cancioneros serán muy abundantes en la segunda mitad del siglo XV, entre los que destacan el Cancionero de Baena y el Cancionero de Estúñiga.

Para saber más sobre el amor cortés y los cancioneros, podéis consultar esta página del profesor A Robert Lauer y este apartado de una unidad didáctica dedicada a la literatura medieval de la plataforma e-ducativa aragonesa.


Por último unos ejemplos:
En lengua provenzal.


En gallego-portugués:

En castellano:

Vuestros ojos me miraron
con tan discreto mirar, 
hirieron e no dejaron
en mí nada por matar.
Y aun ellos no contentos
de mi persona vencida,
dan a mí tales tormentos
que me tormenta la vida;
después que me sojuzgaron
e no con poco pensar,
hirieron e no dejaron
en mí nada por matar.

                              Juan de Mena

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